El 14 de junio se reunió la Asamblea Nacional de Sortu. En la misma se hizo un análisis de la situación política, dividido en tres apartados: coyuntura del Estado español, necesidad de ruptura democrática y actitud del PNV:

Estado español

37 años después de la Transición, la reforma del régimen de Franco se tambalea. Todo aquello que la Transición española quiso dejar atado y bien atado se está desatando, debido a la grave crisis que atraviesa el modelo de Estado. Sin lugar a dudas, la crisis de esta fase del capitalismo ha debilitado aún más al Estado, ha agudizado enormemente la crisis del modelo de Estado, pues todos los pilares en que se sustentaba la reforma del régimen están carcomidos.

Está carcomida la monarquía, y aunque todo el mundo lo sabía existía un acuerdo tácito para no hablar de ello. Está carcomido el bipartidismo; el sistema político basado en la alternancia se tambalea. El pilar derecho agrupado en torno al PP se ha debilitado pero todavía está fuerte. El pilar "izquierdo" representado por el PSOE se está derrumbando, habiendo perdido toda credibilidad. No es necesario decir que el pilar izquierdo, el del PSOE, era el más importante para legitimar la reforma, pues era el que debía agrupar y desactivar a todos los sectores críticos con el régimen.

Pero no podemos confundir los síntomas de la enfermedad con las causas de la misma. El desprestigio de la monarquía es un síntoma. La crisis del bipartidismo es un síntoma. La crisis del modelo de Estado, sin embargo, es una causa. Dicho de otra manera, todo esto está ocurriendo y se está acelerando porque Catalunya se va. La posibilidad de que Catalunya empiece a recorrer su propio camino el próximo otoño ha encendido todas las alarmas rojas en el Estado. Porque, al igual que en Catalunya, en el Estado saben muy bien que sin Catalunya no hay España. Además, que se abra la puerta de Catalunya ayuda objetivamente a que se abra también la de otros pueblos.

Es por eso por lo que el Estado español ha decidido poner en marcha esta operación a toda prisa. El objetivo que persigue esta operación de Estado es hacer la reforma de la reforma del régimen de Franco. En consecuencia, a la vez que cambian de rey, tienen que renovar el acuerdo que alcanzaron los partidos políticos en la Transición y están obligados a reformar la Constitución.

Seguramente, esa reforma de la Constitución se producirá después de las próximas elecciones generales. Mientras tanto, el Estado tiene que recuperar fortaleza, estabilidad y credibilidad. Además, tiene que neutralizar o cuanto menos retrasar la amenaza de Catalunya, para que dentro de ese nuevo acuerdo, además de un PP y un PSOE renovados, entren también el PNV y alguien que pudiera representar el poder institucional de Catalunya.

En esa compleja situación, una de las principales dudas que hay que despejar es si el proceso de Catalunya resulta ya imparable. Es decir, hasta dónde está dispuesta a llegar Convergencia con la consulta del 9 de noviembre en el horizonte. Todo indica que Mas no se puede echar atrás. Aunque Unió se quedase atrás, Convergencia ya ha manifestado su voluntad de seguir adelante. Si Esquerra pone en todo momento la visión de proceso por encima de sus intereses partidarios, a Convergencia no le resultará nada fácil buscar salidas falsas. Sin minusvalorar de ninguna manera el trabajo que pueden hacer la Assemblea Nacional de Catalunya y el resto de movimientos populares, la posibilidad de éxito radica en gran medida en la madurez política que ha alcanzado el pueblo catalán en estos años.

PNV

Desde Euskal Herria, el PNV mira con un ojo a Catalunya y le entra el pánico. Por eso está a la espera, a ver si el proceso catalán fracasa y de esa manera encuentran la excusa perfecta para no hacer aquí nada parecido. Esa es una de las razones por las que el PNV está ralentizando el proceso soberanista en Euskal Herria. La otra razón es que con el otro ojo mira a Madrid. Y con eso asustado quizás no, pero sí está bastante nervioso y muy preocupado. Hasta que en Madrid no se aclaren las cosas no tiene prisa por hacer nada. Y, al igual que en Txiberta, antes de empezar a hablar aquí con nosotros y con otras fuerzas políticas, en Madrid ya mantiene contactos con unos y con otros, buscando la manera de volver a situarse como único representante vasco en esa reforma de la reforma.

No obstante, el PNV también sabe que esa reforma de la reforma necesita un celofán más especial tanto en Catalunya como en Euskal Herria. Un celofán que supere el Estatuto de Gernika, "profundizar en el autogobierno dando satisfacción simbólica a la capacidad de decisión", en palabras de Ortuzar. Una capacidad de decisión imposible de materializar que habría que acordar con el Estado, pero hoy en día en España no hay un Estado que sea capaz de hacer ni siquiera una oferta de esas características.

Mientras tanto, el PNV buscará tanto en Nafarroa como en el resto de territorios de Euskal Herria acuerdos que nos dejen fuera, especialmente con el Partido Socialista. ¿Para qué? Para alcanzar en Euskal Herria un nuevo acuerdo con el Estado, pues para el PNV es indispensable eliminar a EH Bildu en la ecuación de la alternativa.

A pesar de todo, sin minusvalorar las dificultades existentes para extender las alianzas políticas –tanto tácticas como estratégicas- fuera el espacio soberanista de izquierda en el mapa político actual y teniendo siempre en cuenta el obstáculo que supone la cerrazón del Estado en el apartado de las consecuencias del conflicto, actualmente estamos en una posición de fuerza, gracias al esfuerzo colectivo que hemos realizado dentro de esta estrategia de acumulación de fuerzas y activación popular. Encontrándonos ante una nueva oportunidad para Euskal Herria, las condiciones para aglutinar fuerzas a favor de la ruptura democrática son excelentes.

Ruptura democrática

¿A qué nos referimos cuando hablamos de ruptura democrática? Nos referimos a rechazar la reforma de la reforma de Franco, buscando para ello acuerdos políticos entre las fuerzas políticas de Euskal Herria. ¿Acuerdos para qué? Para hacerle una exigencia concreta a Madrid: el reconocimiento nacional de Euskal Herria y, en consecuencia, el respeto de los derechos que como nación nos corresponden. Si eso no se da, y no se va a dar, los acuerdos políticos entre las fuerzas políticas de Euskal Herria tienen que servir para materializar el derecho a decidir en las instituciones vascas en el marco del ordenamiento jurídico propio, es decir, para dotar de una base legal al recorrido unilateral hasta la independencia, para dotar de instrumentos jurídico-políticos a las mayorías sociales y políticas que tenemos que construir.

Todo parece indicar que a día de hoy no será fácil conseguir esos acuerdos. No obstante, cuanto más fuerte sea EH Bildu, más fácil será alcanzar acuerdos con cualquier fuerza política. Por eso, lo que está en juego en las elecciones municipales y forales no es solamente la gestión de numerosas instituciones, sino también la decantación de Euskal Herria por la reforma o por la ruptura. Intentarán remozar los ajados celofanes del Estatuto de Gernika y el Amejoramiento Foral, pero hoy en día, 37 años después, la mayoría de la ciudadanía no está dispuesta a conformarse con un bonito celofán.

Para poder mejorar nuestros servicios, utilizamos cookies propias y de terceros, siendo ellas persitentes, que nos permiten obtener estadísticas de los usuarios. Si continua navegando consideremos que acepta su utilización.