Hoy, hemos venido a la sede central de “la reina del oligopolio eléctrico” a decir que sentimos vergüenza. Vergüenza de ver que las ansias de dinero de esta multinacional no tiene limites.

Tienen beneficios millonarios cada año, y aún así nunca se sacian, siempre quieren más.

Son capaces de manipular el precio de un bien de primera necesidad como es la electricidad, en plena ola de frío, para seguir aumentando beneficios. Autenticas técnicas mafiosas que juegan con las vidas de miles de personas que lo están pasando mal, haciendo más difícil todavía acceder a un derecho básico y condenando a amplias capas de la población a la pobreza energética.

Sentimos vergüenza de una empresa que persigue a los activistas que denuncian su apuesta nuclear, mientras pone en riesgo la vida de todas y todos nosotros con centrales como Garoña. Privatizan beneficios pero no dudan en socializar la contaminación y los riesgos medioambientales.

Vergüenza porque sabemos que detrás, o delante, de esta multinacional, está otra mafia que legisla a su gusto, les pone la alfombra roja, posa en las fotos pedaleando y al final siempre acaban dando vueltas en las puertas giratorias de ese hall de ahí al lado.

Por suerte, cada vez son más las personas que apuestan por democratizar la energía. Aquí y ahora, hay alternativas, que apuestan decididamente por las energías renovables y creen en otro modelo de producción y de gestión participada. Hablamos de proyectos cooperativos que están impulsando otra forma de participar y consumir energía.

Contra tanta vergüenza y sinvergüenzas, es hora no solo de denunciar y ponernos en frente de los que nos roban. Sino de pelear por una soberanía que haga posible otro modelo energético. Soberanía que deje apostar a Euskal Herria por políticas y compromisos energéticos que pongan a las personas y a nuestro entorno por delante de las ansias de ganar y ganar dinero a nuestra costa.