El Reino de España ha utilizado numerosas artimañas contra el preso político vasco Antton Troitiño con un objetivo claro: alargar una condena ya cumplida. Troitiño debía y debe estar en libertad.

La petición fiscal para volver nuevamente a encarcelarlo vino después de haberle querido encarcelarlo ilegalmente con la llamada Doctrina Parot y su marcha a Londres es consecuencia de ese procedimiento irregular de querer alargarle la condena arbitrariamente como antes lo habían hecho con Santi Arrozpide o también lo habían intentado con Alberto Plazaola e Iñaki de Juana. Un procedimiento viciado en origen que ahora se convierte en una condena de seis años por una huida que nunca debió producirse de no haber habido una previa persecución arbitraria.

Tras haber cumplido condena durante 24 años, los jueces concluyen que tiene que pasar otros seis más basándose en una serie de conjeturas. Resulta escandaloso e inaceptable que Troitiño sea castigado ad hoc mediante la utilización de la legislación de excepción de manera arbitraria, en contra de cualquier principio de derecho.

Es hora de vaciar las cárceles, no de llenarlas. Sentencias como la de hoy sólo muestran una terrible sed de venganza y ausencia de derecho que pretende alejarnos de un nuevo escenario de paz y convivencia.

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