Piedad Córdoba iba a ser una de las participantes en la Conferencia Internacional sobre resolución de conflictos en la actualidad. Sin embargo, por problemas de salud, no pudo asistir. Este es el texto que había preparado para esa Conferencia:

Compañeras y compañeros de Euskadi, y de otros países; compañeras presas y presos políticos; delegados/as de organizaciones sociales y políticas que acompañan.

Venimos desde Colombia, venimos de la Nuestramerica. Concepto éste que se inserta en el idealismo bolivariano, pero no sólo en esa utopía legítima, sino en la realidad política, social, económica y cultural que se abre camino innegablemente en esa América grande y compartida que hoy conoce nuevas posibilidades de futuro, no porque haya surgido esta nueva época de las dádivas dadas por otros, sino porque los pueblos se han puesto de nuevo en pide de lucha. Con esa fuerza, reciban nuestro fraterno abrazo. En nombre de Colombianas y Colombianos por la Paz, y también de múltiples organizaciones sociales y políticas, y de colectivos que hoy día miran con esperanza el proceso de conversaciones de paz que se desarrollan en Cuba entre las FARC y el gobierno, a la espera también de que se abra una mesa de diálogos con el ELN.

Con respeto profundo, también nos alienta el hecho y el derecho de que otros países, como Euskal Herria, rompan con esa inercia de violencia a la que se ha inducido por políticas cerradas, estancadas en el pasado y no en los tiempos nuevos de reivindicación de los pueblos, que aspiran a condiciones para una paz transformadora. Como acá se está haciendo y proponiendo desde hace años, para que sean superados los sufrimientos colectivos, la opresión en sus diversas formas, la negación de las libertades, del derecho a decidir con autonomía e independencia los senderos humanos para cambios que favorezcan a sus mujeres y hombres.

Sin embargo, ¡qué difícil realizar con plenas garantías ese ejercicio democrático, mientras exista una voluntad de inamovibles!

En Colombia estamos apenas asumiendo la complejidad de un proceso de paz, y nuestra aspiración es que no se paren de la mesa las partes contendientes, y que mientras se termina el conflicto se humanice, se limite. Con la convicción que, así el gobierno haya expresado que las conversaciones de paz no producirán cambios en el modelo, éstos sí se den finalmente, porque las luchas sociales obliguen a ese férreo poder a ceder en sus privilegios y proyectos. Allí donde campea la injusticia, siendo el tercer país con mayor desigualdad del planeta; allí donde se instauró y reina todavía la guerra sucia, el paramilitarismo, el terrorismo de Estado, la impunidad...

Hemos propuesto una tregua bilateral. El gobierno dice que no la acepta. Las FARC y el ELN sí, estando también dispuesta la insurgencia a firmar un tratado de regulación, para que se aplique el derecho internacional humanitario sin cortapisas. Hemos propuesto también múltiples tareas, de participación social y debate sobre el la realidad social, política y económica. Si bien la agenda de La Habana recoge una parte de esa posibilidad, falta todavía ensanchar ese proceso, para que se encare la necesidad de transformaciones mínimas que incorporen a Colombia en el nuevo ciclo de luchas democráticas. Esas responsabilidades las desean asumir y las afrontan diversidad de colectivos, muchos de cuyos miembros siguen cayendo víctimas de acciones represivas, de desaparición, asesinatos, encarcelamiento, desplazamientos, amenazas...

La esperanza de un mundo mejor, justo, sin exclusiones, que nos emancipe de esta ruina moral y material, está cultivándose en estos ejemplos de confluencias, sabiendo que nos queda mucho por luchar contra esa mentalización en la que han sumergido a mucha gente que se pone del lado de la represión y de la criminalización de quienes buscan la paz mediante el diálogo.

Es indispensable elevar socialmente y trenzar por ello la solidaridad y nuestro sentido clamor, para que lo más pronto posible recuperen su libertad todas las personas que están privadas de ella por llevar a cabo una lucha política por los derechos de los pueblos, comenzando por nuestro compañero Arnaldo Otegi, muchas veces sufriendo cientos de ellos no sólo tortura sino tratos crueles, inhumanos, degradantes, y condiciones de prisión y alejamiento que se enrostran como demostración de venganza y ensañamiento oficial. Condiciones confirmadas y reprobadas por instancias internacionales, que las han documentado. Igual que debemos abrazar las causas de liberación y apoyar a las presas y presos palestinos, abertzales, colombianos, mapuches y saharauis, por ejemplo. No podemos permitir que esa elemental sensibilidad democrática, humana y humanista, nos la confundan y que nos paralicemos en el firme rechazo que debemos expresar a favor de las libertades y de condiciones de diálogo para debatir las opciones políticas y de solución concertada de los conflictos.

Sea ésta la oportunidad de manifestarnos sobre esos cuatro pilares que nos unen, acerca de los cuales, lejos de cualquier retractación, sigue siendo fundamental recobrar nuestra identidad y aporte a unos procesos planetarios de cambio y construcción de derechos colectivos:

El derecho de los pueblos a su autodeterminación, a su memoria histórica, soberanía e independencia;

El derecho de los presos y presas políticas a ser reconocidas como interlocutores y a recobrar sus derechos, entre ellos la libertad y la posibilidad plena de participar en la vida política de su país;

El derecho de los pueblos al territorio, a una territorialidad inclusiva, eco-social y feminista, cuidadora de nuestro planeta y en contra de la mercantilización de la vida;

Y por último, el derecho a cultivar, hermanar y desarrollar proyectos de encuentro a través de los principios del internacionalismo, que son los que nos han guiado contra todo tipo o reedición de imperialismo o colonialismo, fuera de todo cálculo mezquino y a favor de la transformación económico-social y los procesos de liberación y emancipación humana.

Estamos aprendiendo de los procesos de paz que oponemos como demandas de justicia social frente a la irracionalidad del guerrerismo de ciertos estamentos cegados en sus crisis por corrupción y avaricia, las cuales quieren que paguemos todas y todos; procesos que hemos sido capaces de abrir e impulsar, en los que avanzamos para empoderar a los pueblos y diversidad para su futuro en paz, equidad e igualdad. Seamos capaces de abrigar nuevos ejes y alianzas para un mundo en paz, con justicia, en libertad, con dignidad.

Piedad Córdoba Ruiz / Danilo Rueda
Colombianas y Colombianos por la Paz
Iruña, 23 de febrero de 2013

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