Estefanía Beltrán de Heredia, Consejera de Seguridad en el Gobierno Vasco, respondió ayer a las declaraciones sobre torturas realizadas por Arkaitz Rodriguez, diciendo que la Ertzaintza nunca ha sido condenada en sede judicial.

Sortu no se inventa nada al decir que la Ertzaintza ha torturado, junto a La Guardia Civil y la Policía Nacional: lo dice el informe que está siendo elaborado por el Gobierno Vasco, coordinado por Paco Etxeberria, donde se constatan miles de casos de torturas en manos de las policías antes mencionadas.

Los diferentes ministros de interior españoles han repetido hasta la saciedad que prácticamente no se conocen casos de condenas por torturas contra la Guardia Civil o la Policía Nacional y, sin embargo, muy pocos dudan, ni seguramente tampoco Beltrán de Heredia, que La Guardia Civil o la Policía Nacional hayan torturado.

En todo caso, la falta de condenas judiciales no demuestra que no se hayan producido torturas; es un indicador, en el mejor de los casos, de las dificultades para demostrar las torturas habidas; y en el peor de los casos, demuestra la connivencia de los diferentes aparatos de justicia ante la infinidad de casos de torturas denunciados todos estos años.

De hecho, en Euskal Herria la aplicación sistemática de la tortura ha sido posible gracias a la desidia, la despreocupación o la colaboración de diferentes medios de comunicación, juzgados y la clase política. Actitudes negacionistas como las de Beltrán de Heredia son las que han hecho posible la tortura.

Por parte de algunos hay un interés especial para imponer un relato de mentiras, sobre la base de que la única violencia en nuestro país ha sido la empleada por ETA. Y por muy poco que les guste a todos los que defienden este relato, la violencia no ha sido empleada solo por ETA, los Estados también han empleado la violencia, siguen utilizándola y a día de hoy únicamente se mantiene la violencia practicada por los Estados.

La resolución del conflicto requiere el reconocimiento de todas las víctimas: las instituciones públicas deben reconocer que en este país se ha torturado; las víctimas de torturas deben ser reconocidas y reparadas; y se deben adoptar medidas para que nunca más se repita ningún caso de tortura. Pero, antes que nada, se deben de dejar de lado las actitudes negacionistas como la mantenida por Beltrán de Heredia, porque suponen una absoluta falta de respeto a las 407 personas que han denunciado torturas en manos de la Ertzaintza, y porque son contrarias a las soluciones.

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