Lo acontecido en torno a la Ikurriña en las pasadas fiestas de Sanfermin, ha tenido la virtualidad de dejar en evidencia ante el mundo entero, que en Navarra y en el conjunto de Euskal Herria vivimos una situación de déficit democrático.

La actitud casi enfermiza hacia la ikurriña de los sectores navarro españolístas con UPN y el alcalde Maya a la cabeza, obedece a una concepción predemocrática de la política. Son incapaces de comprender que la Navarra real nada tiene que ver con la Navarra conservadora, española y antivasca de sus sueños. Y cada vez que la sociedad navarra les pone en su sitio a base de creatividad, espontaneidad y autoorganización popular, se muestran tan descolocados que sólo saben recurrir a los golpes y a los insultos.

Las últimas pintadas fascistas y ataques contra sociedades culturales, sindicales o propiedades personales han encendido la alarma roja en todos los agentes políticos, sindicales y sociales favorables al cambio. Frente a ello es manifiesta la pasividad, cuando no la permisividad, de aquellos que ocupan provisionalmente el Palacio de Navarra y la delegación del gobierno de España en Navarra.

A día de hoy, ya nadie duda de la trascendencia del momento político que vivimos en Navarra. En primer lugar, estamos padeciendo las gravísimas consecuencias de una crisis que tiene su fundamento en la propia esencia del modelo económico, político e institucional vigente durante las últimas décadas. Un modelo antidemocrático al servicio exclusivo de unas élites que encontraron en la razón de Estado de la partición de los territorios vasconavarros la coartada perfecta para construir todo un Régimen a la medida de su codicia. Ahora, cuando son los propios cimientos del Estado los que crujen en su base; es la mayoría de las capas populares de Navarra la que paga la factura de todos los dispendios cometidos por unos pocos pero muy poderosos gestores del Régimen.

Ayer después de semanas de investigación la jueza ha enviado la causa al Tribunal Supremo para que valore la imputación de Yolanda Barcina presidenta del Gobierno de Navarra.

En una huida hacia adelante sin precedentes Yolanda Barcina se aferra al cargo y une su devenir al de Navarra, sin importarle la imagen absolutamente deleznable que de la clase política navarra se transmite a los sectores económicos y sociales.

 

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